Por Martha Castellanos
Vicerrectora Académica de Areandina
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El desarrollo de una sociedad se basa en el desempeño y conocimiento de sus integrantes, en la capacidad que tienen de analizar y resolver las situaciones complejas que se presentan cada día y, sobre todo, de cimentar su libertad para que alcancen su propio desarrollo a partir de sus competencias y medios para lograrlo (Sen, 1999)1. Es por ello que la educación superior está llamada a pensar y desarrollar un Proyecto Educativo Institucional (PEI) donde se definan cuáles son esos aspectos que necesita un individuo para que crezca y aporte a la sociedad, desde un marco lógico de pensamiento, en el cual se fundamentan sus saberes y acciones.
En principio, uno de los principales retos que tiene una institución es el de reconocer las brechas con las que todo estudiante llega al sistema educativo y lograr que estas no solo se reduzcan, sino que, además, consolide un pensamiento crítico y una formación integral que le permita generar valor agregado a la sociedad (Unesco, 2014)2.
Lograr una mejor sociedad a través de una educación de calidad es una necesidad cada vez más visible en nuestros días, que se agudiza con los nuevos desafíos a los cuales el mundo de hoy está enfrentándose; por ejemplo: el vertiginoso cambio de la economía global, la creciente automatización y la crisis climática, entre otros factores (WEF, 2020)3.
Lo anterior ha generado no solo el surgimiento de nuevos puestos de trabajo, sino el de nuevas profesiones, que requieren por supuesto de personas integrales y competentes para resolver problemas más complejos y de mayor incertidumbre; es decir, capaces de aprovechar los retos que impone este nuevo orden mundial.
Dicha promesa solo se cumple si la educación es de calidad, siendo su definición un debate aún vigente en escenarios académicos y políticos. Abordar este concepto, el de “calidad”, es clave para conocer tanto la apuesta de desarrollo del país, como la de una institución de educación superior, pues en esas conceptualizaciones se pueden analizar las bases que cimientan los fundamentos filosóficos, pedagógicos, científicos, de innovación y demás, que se requieren para pensar no solo en el mundo de hoy sino en el individuo que requiere la sociedad actual.
Precisamente, el concepto de calidad que se desarrolla en el Decreto 1330 de 2019, invita a las instituciones de educación superior a identificar la apuesta de sociedad a la que se desea contribuir y a trazar el respectivo modelo de formación con el que se alcanzará, para luego evaluar si los esfuerzos y la ejecución que realiza cada institución logran la transformación positiva de sus estudiantes, y si la misma se obtiene bajo los parámetros propuestos por la misma institución.
Esta mirada de calidad del Decreto 1330 conduce a que las instituciones vinculen ahora, al discurso sobre el desarrollo de competencias y habilidades, el de cómo se evidencian y se miden en la evaluación los resultados de aprendizaje4 y se identifique claramente la manera en que los estudiantes están aprendiendo. Luego, los resultados de aprendizaje se derivan de una serie de elementos y acciones que se conjugan para que el propósito formativo se logre desde el currículo y se verifique o refuerce en las estrategias evaluativas, ejercicio, que, desde la Vicerrectoría Académica Nacional, se viene desarrollando en conjunto con las decanaturas, la Subdirección de Currículo y la de Orientaciones Académicas.
Ahora bien, frente a la pregunta concreta sobre educación de calidad, se cuenta con un valioso referente como es el que ofreció el Plan Nacional Decenal de Educación 2016-2026, en el cual se afirma que
(…) una educación de calidad es aquella que propone y alcanza fines pertinentes para las personas y las comunidades en el contexto de una sociedad en continuo progreso y que la hace competitiva en el contexto mundial. Exige un sistema educativo en continuo mejoramiento y contribuye a la equidad, compensando las desventajas socioeconómicas para generar igualdad de oportunidades y lograr los resultados básicos socialmente deseables para todos5.
Por otro lado, según Astin6, la calidad invita a la excelencia, a buscar el cumplimiento de parámetros básicos y superarlos en el desarrollo de los procesos encaminados a cumplir con la promesa de formación que se establece como apuesta académica institucional.
Dado lo anterior, Areandina declara en su Proyecto Educativo Institucional (PEI) la apuesta formativa con la que prepara a sus estudiantes con competencias y habilidades para responder a una sociedad desafiante que cambia constantemente y que requiere una mirada global para poner en marcha soluciones locales y prácticas, que además del fortalecimiento del perfil disciplinar, encuentra en los nodos del Sello Transformador, el complemento ideal para contar con un graduado integral.
Areandina ha plasmado en su PEI el valor de la educación de calidad como pilar del desarrollo humano.
El PEI declara al aprendizaje del estudiante como el principal objetivo de la institución y reconoce que el mismo se genera no solo en el aula de clases, ya que, al ser multidimensional, se ve impactado por la infraestructura física y tecnológica, los espacios de bienestar y la misma cultura universitaria, factores que hacen mella en la formación de cada estudiante, siendo el docente el principal habilitador del aprendizaje y el estudiante su protagonista.
En dicho documento se trazan, además, las dimensiones de calidad desde las cuales se fomenta el aprendizaje del estudiante de forma significativa, continua y a lo largo de la vida, cumpliendo con su enfoque académico, desde lo disciplinar y desde las funciones sustantivas. En conclusión, Areandina ha plasmado en su PEI el valor de la educación de calidad como pilar del desarrollo humano, formando personas integrales, disciplinariamente robustas, innovadoras, creativas y emprendedoras, generando valor agregado a su entorno que sabe adaptarse a un contexto globalizado. Nuestra razón de ser: ¡el estudiante y graduado areandino y el desarrollo de su proyecto de vida, y, por ende, de Colombia!.
[1] Sen, A. (2000). Desarrollo y libertad. Barcelona: Ediciones Planeta.
[2] Unesco (2014). Enseñanza y aprendizaje: lograr la calidad para todos. Informe de seguimiento de la EPT en el mundo, 2013-2014, resumen. Recuperado de: https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000225654_spa
[3] World Economic Forum (2020). The Global Risks Report 2020. 15 de enero de 2020. https://es.weforum.org/reports/the-global-risks-report-2020
[4] Mateo J. y Vlachopoulos, D. (2013). Evaluación en la universidad en el contexto de un nuevo paradigma para la educación superior. En: Educación XX1, 16 (2), 183-208. doi: 10.5944/educxx1.16.2.2639
[5] MEN (2017). Plan Nacional Decenal de Educación 2016-2026. El camino hacia la calidad y la equidad. ISBN: 978-958-5443-47-1 Impreso en Colombia, octubre de 2017. P. 16. Recuperado de: http://www.plandecenal.edu.co/cms/media/herramientas/PNDE%20FINAL_ISBN%20web.pdf
[6] Astin, A. (1991). ¿Por qué no intentar otras formas de medir la calidad? En Revista de la educación superior, núm. 78, abril-junio, 1991, México, pp. 27-41. Recuperado de: http://publicaciones.anuies.mx/pdfs/revista/Revista78_S2A2ES.pdf