Existen dos flagelos que están desolando las aulas de clases en todos los niveles de la educación: la deserción y la falta de interés de los estudiantes en el aprendizaje, siendo el segundo, muchas veces un paso previo para llegar al primero. Según Unesco (2017), si bien en algunos países de América Latina, la deserción en primaria ha disminuido, aún es un tendencia relevante en la región que supera muchas veces tasas del 10% anual. Esta situación se acentúa dadas las particularidades de los estudiantes de las generaciones Y, sobre todo la Z, como la atención momentánea, el interés por la tecnología, el ánimo por la exploración, la consciencia ambiental, entre otros (Lippincott, 2010).
Se requiere entonces una reflexión sobre si la educación se está cumpliendo como derecho fundamental desde el diseño de política pública y en la misma formación en las aulas de clases, fomentando el desarrollo pleno de todos los seres humanos y su capacidad para seguir aprendiendo a lo largo de la vida (ONU, 1966) para alcanzar el desarrollo humano en una sociedad (Sen, 1998). En tal contexto, la medición de la calidad de la educación vista solo desde el desempeño en pruebas estandarizadas no es suficiente, requiriéndose el fomento de las competencias del siglo XXI relevantes en un mundo globalizado, como son la creatividad, la innovación, el pensamiento crítico, entre otras, que proporcionan herramientas al ser humano para enfrentarse a problemas desconocidos, en contextos aún inexistentes (OECD, 2016), lo que involucra una innovación en la educación, en la cual las TIC son una herramienta fundamental.
Adicionalmente, se ha encontrado que la innovación educativa puede fortalecer la calidad de la educación, creando ambientes de aprendizaje para las generaciones actuales, mejorando el desempeño de los estudiantes, promoviendo el trabajo colaborativo, fomentando la accesibilidad y aumentando el desempeño laboral (Unesco, 2009; 2011). De tal manera, es fundamental generar una apropiación adecuada de las tecnologías en las aulas de clases y fuera de ellas, que no se limite al despliegue de dispositivos per se, sino que incluya una estrategia de formación docente coherente con las metas a lograrse e inmersión en las áreas básicas, para así, fomentar el interés de los estudiantes por el conocimiento, mitigando la deserción y el bajo desempeño académico.
Bibliografía.
Lippincott, J, K. (2010). Information Commons: Meeting Millennials’ Needs. Journal of Library Administration, Vol. 50, Issue 1, pages 27–37, 2010
OECD (2016 a), Innovating Education and Educating for Innovation: The Power of Digital Technologies and Skills, OECD Publishing, Paris. DOI
Sen, A. K. (1998). Las teorías del desarrollo a principios del siglo XXI. Cuadernos de economía, 17(29), 73-100
Unesco (2017). Adolescentes y jóvenes en realidades cambiantes Notas para repensar la educación secundaria en América Latina. Educación 2030. ISBN 978-92-3-300055-1.