Las manifestaciones de descontento social que se han presentado en el país, resumen en un mismo momento, las inconformidades y deudas ancestrales que aquejan a Colombia.
La conquista a la fuerza, la reducción de las comunidades indígenas, la posesión de la tierra por pocos, los abusos de autoridad, la falta de acceso a la educación, el terrorismo, la guerrilla, el paramilitarismo, el narcotráfico, la creciente pobreza extrema en pleno siglo XXI, la violencia contra la mujer y los niños, el creciente desempleo, el cierre de empresas, entre otros. Hoy son grietas que separan a los colombianos y los llevan a posiciones que parecieran irreconciliables, en donde la desinformación y la falta de criterio priman en la era de la posverdad, haciendo que el país, cada vez se encuentre más polarizado y casi sin caminos de comunicación que los una.
En contextos como los actuales varios grupos manifiestan no sentirse representados en las discusiones nacionales, luego el país no logra aún identificar la diversidad de los colectivos que existen ni sus reales necesidades. Para lograr el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y asumir los desafíos de la cuarta revolución industrial, Colombia no sólo debe continuar avanzado hacia la globalización, sino además, escuchar a los diferentes actores y trabajar con ellos para mitigar las desigualdades, de lo contrario, una de las economías más estables de América Latina podría verse fracturada.